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Valores epistémicos y no epistémicos de la ciencia

Valores epistémicos y no epistémicos y la pseudociencia

Los valores epistémicos son aquellos internos al conocimiento científico y que caracterizan a una teoría como “buena”. Por su parte, los valores no epistémicos son os que no están unidos al conocimiento científico y se relacionan con aspectos sociales, políticos y/o personales del ecosistema científico. 

Un ejemplo de valores epistémicos asociados a una disciplina lo podemos aplicar a los principios del aprendizaje por condicionamiento operante desarrollado por Skinner. Siguiendo los criterios de Kuhn podemos decir que dichos principios son precisos porque las consecuencias se deducen de la teoría y son falsables a través de la experimentación; son consistentes porque no se contradice consigo misma ni con otras teorías; son amplios porque es capaz de explicar el incremento, mantenimiento o disminución de la conducta en todos sus aspectos; son simples y explican con parsimonia ese aprendizaje, y son fecundas porque aporta una visión que no existía y estaba limitada al aprendizaje por condicionamiento clásico descrito por Pavlov. 

Por otro lado, un ejemplo de valores no epistémicos los tenemos en las convocatorias de personal predoctoral de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información del Gobierno de Canarias cuando priorizan dos contratos para temáticas relativas al turismo. En una comunidad autónoma en la que el turismo es su gran activo fomentan investigaciones en esta área por interés estratégico. 

Por todo ello, es muy complicado afirmar que la ciencia sólo se valora con criterios científicos (epistémicos). Esa influencia de valores no científicos seguramente sea el flanco que usa las pseudociencias para atacar a la ciencia e intentar erigirse como disciplinas tan válidas como las que tienen evidencia demostrada. El hecho de que la ciencia no pueda (y quizás tampoco deba) ser neutral hace que los detractores de la misma la acusen de estar sesgada, dominada por grandes empresas con intereses ocultos o que sólo se encargue de ciertos aspectos de la realidad. Si bien es verdad que esos sesgos existen o que hay asuntos que no se investigan con la profundidad que se hace en otras áreas (ciencias sociales y humanidades frente a las ciencias naturales). En este sentido, las llamadas “ciencias duras” se consideran ajenas a estos aspectos no epistémicos y acusan de poco científicas o incluso pseudocientíficas a otras disciplinas del campo social y humanístico. Nada más lejos de la realidad porque la ciencia se hace en sociedad por lo que es inevitable que esté influida por dichos valores no epistémicos en cualquier campo. En este sentido, si somos conscientes de esa influencia y la controlamos cuando afecte negativamente, entonces podremos combatir a los que intentan equiparar el conocimiento pseudocientífico con el científico e incluso los que hablan de que sólo se hace ciencia en física, química y biología.  

Valores no epistémicos y financiación de la ciencia

Entiendo y comparto en parte que existan criterios no epistémicos que influyan en la financiación de los proyectos de investigación. El interés general en investigar sobre ciertos asuntos tiene su sentido si entendemos la investigación como un motor productivo de la sociedad. Que existan convocatorias exclusivas para biomedicina, por ejemplo, o se establezcan unas líneas estratégicas sobre las que basar los proyectos de investigación que concursan a financiación pública es entendible siempre que no se obvien otros campos. En este sentido, la investigación básica siempre ha sido maltratada porque no tiene efectos inmediatos ni una aplicabilidad total. Las modas en ciencia responden a una demanda social con cierta fundamentación, pero esa debe ser la base, que tengan una razón por la que priorizar esos aspectos no epistémicos frente a los epistémicos en la financiación de la ciencia. Por ello, no resultan ajenas las quejas de intelectuales como Jorge Reichmann que en “Gente que no quiere viajar a Marte” (2004) explone que la ciencia debe dar prioridad a los problemas actuales en el planeta y no explorar el espacio con gastos multimillonarios de dinero. Sin embargo, el propio Riechmann olvida que la investigación espacial tiene aplicaciones en mucha de la tecnología que usamos actualmente por lo que no es inútil esa investigación en astrofísica u otros aspectos que no parezcan tener una aplicación inmediata en nuestra realidad. 

En definitiva, aunque pueda ser que los valores no epistémicos influyan para que la ciencia coja una dirección determinada, no debemos obviar otras áreas de conocimiento científico que se dejan de lado y que la utilidad de dicho conocimiento puede no ser algo inmediato. 

Ciencia crítica y comprometida

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La Unión de Científicos Comprometidos es una organización no lucrativa estadounidense cuya misión es «usar la ciencia de manera rigurosa e independiente para solucionar los problemas más importantes del planeta». Trabajan principalmente sobre los siguientes ejes: clima, energía, transporte, alimentación, armas nucleares y ciencia y democracia.

Dentro de este último campo tienen tres áreas de trabajo: ciencia independiente, decisiones basadas en pruebas y democracia saludable. En este campo han desarrollado una guía para detener la desinformación usando la ciencia. Estas recomendaciones son para el público en general, científicos, empresas, administración pública, instituciones, publicaciones y organizaciones científicas y medios de comunicación. Por interés profesional, destacaré las recomendaciones a científicos y público en general.

A los científicos, la UCS recomienda que se unan a la red que han formado para detectar ataques a la ciencia, que informen y compartan de las acciones políticas que vayan en contra de la ciencia y que empleen su investigación y experiencia para hacer avanzar la ciencia, independientemente del gobierno.

A la sociedad en general también recomiendan rastrear los ataques a la ciencia, compartir los ataques a la ciencia en sus redes sociales, rechazar la legislación anticientífica, realizar un consumo responsable para no apoyar empresas que promuevan campañas de desinformación y establecer un contacto directo con personas que difundan desinformación o noticias falsas sobre un tema para corregirle.

Este tipo de iniciativas constituyen un gran avance para la sociedad en general. En muchas ocasiones se habla de la distancia entre la ciudadanía y la comunidad científica. Este tipo de organizaciones busca unir ciencia y sociedad desde una perspectiva crítica pero activa. La desinformación y falsas noticias son un elemento de actualidad que es difícil atajar. La ciencia no puede ser ajena a esta realidad y debe ofrecer herramientas para combatir esta problemática. En un mundo en el que el problema no es el acceso al conocimiento sino la selección del conocimiento válido y fiable, el mundo científico debe ser partícipe de esta problemática y ofrecer instrumentos que permitan a la ciudadanía combatirlo. Además, estas herramientas deben ser accesibles y fáciles de emplear para el mundo lego, aspecto que cumple la UCS en esta publicación.

Tercera cultura

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Snow (1977) y Brockam (1996) hacen referencia al término Tercera Cultura, pero con matices bien diferentes. Ambos coinciden en la necesidad un paradigma que esté en medio de la dicotomía Ciencias y Letras. Sin embargo, el enfoque de cada uno es distinto. 

Por un lado, Snow (1977) considera que la necesidad es que las dos culturas (literaria y científica) se comuniquen. Esa comunicación sería la tercera cultura. La falta de comunicación estaría perjudicando al mundo científico y el desarrollo de una ansiada revolución científica.  

Por su parte, Brockman (1996) establece que esa tercera cultura debe consistir en un nuevo tipo de intelectual que aglutine el conocimiento literario y científico. Por ello, busca sustituir al intelectual clásico por un nuevo tipo de pensador que “redefina quienes y lo que somos” (Brockman, 1996, p. 17). Además, este autor no habla de la mejora de la condición humana a través de la ciencia, sino de esa nueva cultura que se imponga a las existentes, especialmente la literaria. 

En definitiva, estamos ante dos visiones de un mismo concepto, la tercera cultura, que debe sustituir a la eterna división entre ciencia y literatura. Es, además, una distinción hoy día porque la ciencia no deja de ser una actividad humana influenciada por aspectos que trascienden de la propia ciencia positivista y que necesita de la cultura literaria para su desarrollo pleno. 

Referencias:

Brockman, J. (1996). La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Barcelona: Tusquets

Snow, C. P. (1977). Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza.  

Definiciones de cultura científica

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He elegido tres definiciones de cultura científica algo dispares y con varios matices. 

En primer lugar, tras revisar varias definiciones de cultura científica, Gutiérrez Rojas, Peralta Benítez y Fuentes González (2018) exponen que “el concepto de cultura científica por lo general se orientan hacia la integración de la información sobre ciencia y cultura que recibe la sociedad o un sector dado de esta” (pp. 8), diferenciando este concepto de lo que ocurre con los profesionales de la ciencia y que denominan “cultura científico investigativa”.

Por su parte, Vaccarezza (2008) explica que “la cultura científica puede ser entendida como intercambio continuo de significaciones heterogéneas, inconstantes, contradictorias y volátiles producidas, sea de manera activa o mantenidas en forma latente por diversos individuos y grupos sociales envueltos en redes más o menos permanentes o transitorias de interacción, con diferentes intereses, valores, expectativas, imágenes respecto a diversos objetos científicos y tecnológicos que entran a jugar papeles significativos en espacios sociales puntuales e históricamente situados” (Vaccarezza, 2008, citado por Vaccarezza, 2009, pp. 96-97)

Por último, he ido a una definición del producto de esa cultura científica bajo el epígrafe de “actividades de cultura científica”. Para ello, he recurrido a Orden de bases del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades que regulan la concesión de ayudas de la FECYT. En esta convocatoria, se entiende las actividadades de cultura científica aquellas “relacionadas con la ejecución, preparación, promoción y gestión, internacionalización y apoyo técnico a la divulgación científica; junto a la difusión de los resultados y la comunicación social de la ciencia, la tecnología y la innovación” 

Referencias:

Gutiérrez Rojas, I. R., Peralta Benítez, H., y Fuentes González, H. C. (2018). Cultura científica y cultura científico investigativa. Humanidades Médicas, 18(1), 8-19. Recuperado de http://scielo.sld.cu/pdf/hmc/v18n1/hmc03118.pdf

Orden CNU/250/2019, de 4 de marzo de 2019, por la que se aprueban las bases reguladoras de la concesión de ayudas de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, en régimen de concurrencia competitiva, para la realización de actividades en el ámbito del fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación. Boletín Oficial del Estado, 57, de 7 de marzo de 2019, 22180-22202. Recuperado de https://www.convocatoria.fecyt.es/Publico/Bases/__Recursos/Bases_reguladoras_ayudas_Fomento_Cultura_Cientifica_2018.pdf

Vaccarezza, L. S. (2009). Estudios de Cultura Científica en América Latina. Redes, 15(30), 75-103. Recuperado de: http://www.unq.edu.ar/advf/documentos/58c2fbf16a174.pdf

Opinión ante problemáticas sociales y éticas en la biomedicina

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Desde un punto de vista amplio, el texto de Sobar ayuda a entender ciertas problemáticas éticas y conceptuales en las ciencias biomédicas. Como psicólogo hay elementos que ya conocía, especialmente la influencia del ambiente en la conducta de las personas. 

El texto pone de manifiesto un aspecto fundamental y es la certeza del determinismo biológico. En la cultura popular se considera que somos como somos porque nacimos así. Sober expone que, si bien hay aspectos determinados genéticamente, el ambiente influye en gran medida en el fenotipo de las personas y que desconocemos qué genes exactamente influyen en ese fenotipo y en qué medida. En este sentido, la alfabetización científica contribuiría a que la sociedad esté formada en las diferentes ciencias y sea capaz de discernir las problemáticas, certezas e incertidumbres. Con esa formación podría tener una opinión fundada sobre los hechos científicos que afecten a la vida cotidiana. 

Por ello, esta alfabetización no debe ser exclusiva de la biomédicas. Es cierto se trata de un campo con grandes debates éticos, pero en otras áreas también hay controversias político-sociales que deben ser resueltas basándose en hechos científicos. Eso sí, siempre hay que tener en cuenta la incertidumbre del propio hecho científico, el cual se acepta hasta que se demuestre que otro es mejor. 

Esa formación para entender los problemas de la ciencia y su repercusión en la sociedad debe no sólo restringirse al ámbito de las llamadas “ciencias experimentales” sino que debe llegar a las ciencias sociales y humanas que, pese a emplear el método científico, parece que son menos científicas porque su objeto de estudio es mucho más complejo. Los ciudadanos deben ser conscientes de que hay ciencia en muchos ámbitos de su vida, no sólo en los laboratorios y que también hay divergencias en la sociología, humanidades, economía o la educación. 

Un ejemplo de campo en el que hay controversias, divergencias y pocas actuaciones políticas basadas en certezas científicas, es el de la educación. Los gurús educativos pregonan modelos educativos que no tienen evidencias de su efectividad, pero que influyen en la política educativa. Es el caso del mito de los estilos de aprendizaje o el de las inteligencias múltiples, teorías que no han demostrado que el funcionamiento del aprendizaje o la estructura de la inteligencia sean así. 

Otro caso paradigmático es la confusión entre correlación y causalidad. Muchas investigaciones emplean métodos correlacionales en su estudio y periodistas y ciudadanos lo interpretan como una relación causal (A provoca B) cuando es sólo que dos variables covarían a la vez. En este sentido, la formación estadística es también necesaria para poder tomar partido ante las conclusiones de una investigación. Por ejemplo, la ciudadanía puede interpretar que la carne procesada provoca cáncer cuando lo que muestran los estudios es que se relaciona con el cáncer, pero no es una relación de causa-efecto. 

Por todo ello, en la medida que la formación es necesaria para conocer y saber cómo afrontar los dilemas científicos que ocurren, la iniciativa de “Ciencia en el Parlamento” constituye un avance importantísimo en la política científica española. La creación de una oficina de asesoramiento científico en el Congreso de los Diputados ayudará a que los legisladores tengan a disposición especialistas que avalen técnicamente las políticas que desarrollen. 

Sin embargo, no debemos pecar de cientifistas en exceso. No todos los postulados políticos pueden basarse en hechos científicos porque no siempre hay una evidencia consolidada al respecto. Eso sí, siempre se puede informar de esa incertidumbre y que así la ciudadanía pueda tomar partido con toda la información disponible. 

Ciencia: ¿favorable, confiado, admirado?

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Desde una perspectiva general y holística, mi actitud hacia la ciencia en torno a los tres ejes propuestos se puede considerar favorableconfiada y admirativa. Sin embargo, si me paso a pensar con detenimiento cada uno de esos aspectos me doy cuenta de que hay diversos matices y algo de escepticismo. 

Soy favorable a la ciencia, mucho. Soy favorable a una sociedad que invierta en ciencia y esté formada en ciencia. Y cuando hablo de ciencia, hablo de todo tipo de ciencia, no sólo de las llamadas “experimentales”. La alfabetización científica es un instrumento de transformación social y de mejora de la sociedad. El conocimiento científico nos ha permito, en gran parte, ser la sociedad que somos hoy día, con sus avances tecnológicos, biomédicos y sociales. Sin ciencia este posgrado no sería posible. Por todo ello, mi postura es favorable a la ciencia, pero con matices. El primero es que no todo el conocimiento debe ser científico, dependerá de lo que estemos estudiando o formando. El segundo es que en ciencia no todo vale y hay unos límites, especialmente éticos, que deben ser respetados. El tercero, y ya lo avanzaba anteriormente, es que ciencia es todo aquello que emplee el método científico, por lo tanto, deben estar incluidas las ciencias sociales y humanas siempre que hablemos de ciencia. 

¿Confío en la ciencia? Sí, mucho, pero no siempre. No todo lo que lleva el sello de ciencia lo es y, como buen científico, es necesaria una actitud escéptica sobre lo que se ve y lee antes de creérselo a pies juntillas. No sólo aquello que parece ciencia lo es (por ejemplo, la bioneuroemoción) ni todo lo que se hace en ciencia se debe confiar. Debemos tener el conocimiento científico como algo temporal y sujeto a cambio por la propia naturaleza del método científico. Hasta que no se demuestre que algo no funciona mantenemos esa teoría. Pero es que también tenemos niveles de evidencia, no se puede confiar igual en un estudio descriptivo que en un meta-análisis, por lo que este es un aspecto importante para confiar en la ciencia. Además, no todo vale en ciencia, la ética, que ya comenté anteriormente, debe estar presente en cualquier investigación científica y ser la línea roja que nunca debe sobrepasarse. Si esa línea no se pasa y se emplea el método científico con unos resultados válidos y fiables, entonces mi actitud de confianza será plena. 

Por último, mi disposición hacia la ciencia es de admiración. El esfuerzo que implica aplicar el método científico para llegar a unos resultados y conclusiones en un estudio tiene toda mi admiración. Es una tarea ardua, llena de obstáculos, pero muy gratificante. No obstante, los miles de investigaciones que se hacen por todo el mundo no valen nada si no se difunden y comunican. La sociedad suele valorar muy alto al personal dedicado a la ciencia, pero es compromiso de la comunidad científica dar a conocer lo que hace, máxime cuando mucho de su trabajo está sufragado por dinero público. 

En definitiva, mi actitud es favorable a la ciencia, confiado en la ciencia y admirado por la ciencia, pero con matices. No todo vale en ciencia, ni todo lo que lleva el sello de ciencia es digno de confianza y admiración. La actitud de todo científico debe ser de escepticismo y curiosidad y esa es la que yo adopto con la propia ciencia en general.